El Vendedor De Sueños

- ¡Me salió bien la de poner mi mail en los chicles! – Dijo el vendedor de sueños.
- ¡Viste! Lástima que esas cosas las ponen en un chicle de un millón… Como los premios en las tapitas de gaseosa, o los “vale otro” de Frigor.

- Es que sí, lo puse en un solo chicle a propósito, en uno Cowboy.

- ¡Sí! Igual… Imaginate si me compraba un Bazooka, o un Bubaloo, quizás ni estaríamos hablando ahora.

- Es que en realidad el kioskero no te ofreció otro chicle.

- ¿O fui yo que no pedí otro? – Pregunté como si por un segundo hubiera empezado a creer en el destino.

- ¿Ves? Eso lo explica todo.

- ¿Eso lo explica todo?

- Claro que no. – El vendedor de sueños comenzaba a confundirme. – Pero podemos hacer como si en realidad no nos conociéramos y preguntarte qué haces en tu tiempo libre. ¿O puedo preguntarte en que ocupás tu tiempo los días jueves? ¿Y te molestaría si te pregunto de donde sos los días sábados?

- En realidad no soy de ningún lugar en concreto y mucho menos de concretar un lugar.

- ¿Existe día con lugar?

- No sé, vos me preguntaste de dónde soy los días sábados… Aunque creo que sí, al menos hace un tiempo yo solía tener días con lugar y hora.

- ¿Te puedo contar una intimidad? – Me interrumpió el vendedor.

- Sí, cómo no.

- Me gusta como tenés el pelo en combinación con pecas.

- Casi nadie se percata de mis pecas.

- Entonces, de parte del chico del mail del chicle, preguntale a los alguienes no percatadores que para qué tenés las pecas si no son para ser elogiadas.

- Lo que pasa es que los alguienes no saben que las cosas mas lindas de la vida son a veces las más pequeñas… - Dije con un tono un tanto nostálgico. El vendedor de sueños me sonrió.

- ¿Te cuento una intimidad más? Ví fotografías tuyas, algunas lindas, otras hermosas, ¿Puedo preguntar quien saca esas fotos?

- Yo saco esas fotos.

- Tengo otra intimidad que contarte, quizás un poco más pública y notable. Pero antes de eso, ¿Puedo preguntar algo más? – El vendedor casi se atropellaba con sus propias preguntas- ¿Cómo puede ser que con 16 años hermosos, no se percaten de tus dibujos pecosos?

- Supongo que algunos alguienes no supieron valorar lo que tuvieron… - Volvi a responder con un tono de nostalgia.

- ¿Mucho amor que dar?

- Pero nadie que lo reciba, solo gente que lo desperdicia. Ah, se escuchan ofertas.

- Y yo vendo ganas. ¿Entonces?

- ¿Entonces que?

- Que te colgás y que yo soy ansioso. Ésa era la otra intimidad. Muy ansioso.

- A mi me gusta la gente ansiosa, los ansiosos por hablar, por ver, por saber, por conocer. Me aburre esperar a que pasen las cosas, prefiero ir y hacer que pasen. No sé a vos…

- A mi me gustan tus pecas. ¿Te estoy aburriendo?

- No. Igual ya me acostumbré.

- Está mal acostumbrarse. – Refutó el vendedor de sueños.

- Ya sé que no está bien acostumbrarse. ¿Pero sabes por qué? No por miedo a la rutina, es más, en mi vida pocas cosas son costumbre. Está mal porque en cuanto veo algo que me gusta, me acostumbro, y como nada es costumbre, eso a lo que me acostumbré en algún momento ya no va a estar, y cuando ya no esté, se va a sentir una terrible ausencia. Lo único constante es el cambio.

- La voy a dejar ir, aunque no me pidió permiso. – Otra vez interrumpió el vendedor. – A pesar de ser ansioso, voy a estar tranquilo, porque sé que vamos a volver a hablar.

- Si vas a estar tranquilo me voy. No me gusta dejar a los ansiosos así como si nada.

- No me dejes. Ah, acabo de notar algo.

- ¿Qué cosa?

- Que tenés lindos ojos.

- Sos bueno. Tengo que admitir que sos muy bueno haciendo estas cosas. ¿Tengo que empezar a desconfiar?

- No. Además de tratar de ser bueno, soy confiable. En combinación, soy raro, pero lo intento. Y por ahora vengo bien.

- Sí, de hecho, me vas ganando.

- En realidad, está bueno ganar. Pero no cosas materiales, sino personas. Es mentira que no se trata de ganar. Se trata de ganar algo importante. Vos compraste un chicle, y te ganaste un sueño.

- ¿Y mi sueño?

- … - El vendedor de sueños se quedó callado, como si mi pregunta no necesitara respuesta, como si la respuesta estuviera enfrente mío. - ¿Tiene sentido? – Preguntó.

- No lo sé todavía. Si no continúo con esto nunca lo voy a saber, capaz que no tiene ningún sentido, capaz que sí…

- Capaz que sí. Me quedo con eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario